NEGOCIADOS VATICANOS DE FERNANDO LUGO
Cuenta la historia que Constantino triunfó sobre Majencio en la batalla del puente Milvio, en octubre del año 312. Creyó ganar dicha batalla tras soñar con una cruz que tenía abajo la leyenda: hoc signo vinces; al año siguiente promulgó el Edicto de Milán a favor de la iglesia que se decía dueña del signo de la victoria.
Constantino no era más que un militar sanguinario, hijo de un guardia pretoriano y de una tabernera que llegaría a santa (Elena), pero para la iglesia católica sería una fuente inagotable de bienes, honores y palacios.
Fue precisamente durante el emperador Constantino que un gran fraude católico legalizó la unión entre iglesia y estado, un proceso que comenzó en el siglo IV, de esta era, permitiendo a los sumos sacerdotes de Roma enriquecerse ininterrumpidamente por más de mil años.
En lo que a personajes surgidos del seno de la iglesia se refiere, el negociado con tierras no puede decirse que sea precisamente una novedad, o su revelación un cable de último momento.
Cuenta la historia que en el año 756 E.C., los Estados papales italianos (gran parte de la ciudad de Roma y las principales áreas de la Italia occidental) fueron oficialmente adquiridos por la Iglesia Católica. Esta transferencia de tierras fue legitimada sobre la base de un documento supuestamente escrito por el Emperador romano Constantino I, en el año 337 E.C., el cual concedía todas estas regiones al Papa Silvestre I (Papa desde 315-335 E.C.) y a sus sucesores.
Se supone hoy que el documento fue escrito durante la segunda mitad del siglo VIII, como ayuda al Papa Esteban II en sus negociaciones con el Mayor del Palacio de los Francos, Pepin el Petiso. El Papa cruzó los Alpes para ungirlo como Rey en el año 754 E.C. , permitiéndole a la familia Carolingia, a la cual Pepin pertenecía, suplantar a la antigua Dinastía Real de los Merovingios que se encontraba en decadencia y sin poder. Aparentemente Pepin, en un inicuo contubernio, le había prometido al Papa otorgarle las tierras que los Lombardos habían tomado de los Bizantinos en Italia.
La promesa fue cumplida en el año 756. La supuesta donación de Constantino le facilitaba a Pepin dar las tierras en forma de restauración, otorgando así, derechos políticos económicos y sociales, los cuales la iglesia no poseía.
Durante varios siglos, la autenticidad de la supuesta donación de Constantino no fue cuestionada. Sin embargo, en 1440, Lorenzo Valla publicó su Declamitio de falso credita et ementia donatione Constantini (Discurso sobre la Falsificación de la Supuesta Donación de Constantino). En sus escritos, Valla explicó que la donación jamás existió, y que todo era un gran fraude.
Descubrió no sólo que no hubo ningún documento indicando que el Papa Silvestre I poseía tal dote, sino que el texto de la donación contenía una serie de anacronismos históricos. Por ejemplo, se hacía referencia a Bizancio como una provincia cuando en el siglo cuarto solo era una ciudad. Se refería a los templos en Roma cuando aun no existían; y finalmente, se hacía referencia a “Judea”, la cual tampoco existía todavía.
El problema que creó Valla es que la Donación constituía el pilar principal sobre el cual residía la legitimidad de los Estados Papales, debido a esto, sus escritos fueron prohibidos inquisitorialmente. Recién en el año 1517 pudieron aparecer sus denuncias. Aunque las pruebas de Valla eran contundentes, pasaron varios siglos antes que la iglesia reconociera el fraude.
Hoy en día se sabe que la donación de Constantino fue realmente labrada alrededor del año 750 E.C., poco antes de que la Iglesia Católica adquiriera los Estados Papales (y muchos siglos después de la muerte de Constantino), y que se trata de un documento apócrifo.
AL ESTILO CONSTANTINO
Un caso parecido al de la donación de Constantino acaeció en Paraguay con las tierras que Fernando Lugo alegaba compraría para destinarlas a la reforma agraria: quien decía ser dueño no lo era pues se encontraban hipotecadas, por si fuera poco estaban sobrevaluadas en la transacción y un documento secreto con la firma del mismo cura Fernando Lugo anticipaba anacrónicamente el negociado desde casi un año atrás.
La denuncia de que el INDERT, instituto abocado a la reforma agraria, iba a pagar tres veces el valor por un inmueble al brasileño Ulises Rodríguez Texeira unos 31 millones de dólares- desnudó en Paraguay un intento de fraude al estado en el que se encontraban involucrados el ministro de Hacienda Dionisio Borda, el secretario presidencial Miguel López Perito y el mismo presidente Fernando Lugo.
Lugo firmó con Rodrigues Teixeira un principio de acuerdo para comprar el inmueble por 33 millones de dólares. Sin embargo, el propietario ofreció el mismo inmueble al gobierno anterior por 22 millones de dólares, y se confirmó que la propiedad fue adquirida por 11 millones de dólares, quedando demostrada una escandalosa sobrefacturación en ciernes.
La prensa paraguaya publicó todas las irregularidades con relación a este caso, hecho que obligó a la administración de Fernando Lugo a suspender por tiempo indefinido el procedimiento. Sin embargo, recientemente los campesinos ocuparon el inmueble y amenazan con reingresar si la operación no se concreta.
Intentando disfrazar la sobrefacturación, personeros del gobierno crearon una supuesta “comisión multisectorial” para maquillar el negocio, y uno de los principales impulsores del mismo incluso llegó a reunirse esta semana con el obispo, generando críticas del vice-presidente. “ Yo personalmente creo que no es recomendable permitir a un imputado la entrada a la sede gubernativa. Yo no lo hubiese recibido” afirmó refiriéndose a la presencia de varios personajes con problemas judiciales en la sede presidencial “analizando” la situación.
La estancia “Paso Kurusu”, de 22.000 hectáreas, posee además 15.000 hectáreas de bosques, que por ley no sirven para la reforma agraria, pero el gobierno insiste en violar la ley y adquirirlas a precios exorbitantes.
El engaño no es, ciertamente, una tradición desconocida para los falsos profetas amparados por la sotana dentro de la iglesia de Roma, y Fernando Lugo es solo un ejemplo más.
Desde el principio del cristianismo como lo conocemos, en el siglo III, las llamadas reliquias fueron parte del gran engaño urdido para servir de herramienta de dominación para los poderosos. Con nada sólido con que comenzar un nuevo culto, los flamantes lideres y/o creadores del cristianismo político se lanzaron a buscar pruebas físicas como para poder convencer a los paganos, y se multiplicaron las reliquias, muchas veces falsificadas.
Como ejemplo basta el caso de la vera cruz, cuya madera llegó a ser tan abundante que podría sospecharse que en realidad se trató de todo un bosque desforestado al efecto.
Tal vez un destino similar espere a los bosques que el gobierno del cura Fernando Lugo pretende adquirir a precios sobrefacturados, para convertirlos en reliquias sagradas a ser distribuidas entre sus secuaces.
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